sábado, 28 de marzo de 2020

Historias de vecinas voluntarias. II

SALIDA EN TIEMPOS DE COVID-19
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Pues desde la Red de Cuidados de Madrid Centro, esta mañana (27/3) se detectó una necesidad en la comunidad bangladesí. No tenían termómetros, en las farmacias estaban agotados y los necesitaban.
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Así que nos pusimos a buscar termómetros; había que llevarlos al barrio de Lavapiés y una voluntaria del barrio de Malasaña donó 2 termómetros.
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Ahora la dificultad residía en resolver el transporte del material, de un barrio al otro, en estos tiempos de confinamiento.
Yo me ofrecí a ir a por ellos y llevarlos donde los necesitaban y ahí empezó mi pequeña aventura. Que si el Real Decreto 463/2020 permite estos desplazamientos, que si cómo ir… Un quilombo todo…
Y dije: Noelia, organización. Y con el apoyo de una voluntaria de esta Red de Cuidados de Madrid Centro (siempre se piensa mejor en compañía, virtual en esta ocación…), fui llegando a las siguientes conclusiones:
A ver, respecto al permiso de estos desplazamientos, en el RD, en su artículo 7 dice que permite la circulación en algunos casos, entre los que está: e) Asistencia y cuidado a mayores, menores, dependientes, personas con discapacidad o personas especialmente vulnerables. Vale, yo tenía derecho a desplazarme por prestar una asistencia a personas especialmente vulnerables (una comunidad que necesita apoyo para cubrir una necesidad para protegerse y proteger a la sociedad, a través de este material).
Respecto al cómo ir, usé mi sentido común: si voy en transporte público, me junto con más gente y malo, si voy andando, tardo más, ergo… voy en mi bici, que tardo muy poquito y mínimo tienen que pasar a 1’5m de mí, en teoría...
Así que, resueltas mis dudas, cogí mi bici y fui desde Lavapiés hasta la plaza de Callao y de vuelta a mi zona (que es donde vivo y por casualidad, era donde tenía que dejar los termómetros)
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Y…yo quería compartir con vosotrxs esta experiencia…
Cogí mi bici, y salí con ella a la calle, con mi casco y mi chaleco, como cuando voy a trabajar con ella.
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Foto de la autora
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Iba con miedo, pensando que la policía me podía parar en cualquier momento y tenía que explicarles, y enseñarles en el móvil (que no hay impresoras) el justificante de la Red de Cuidados de Madrid centro… Vale, primera calle, nada, segunda calle, veo pasar a un coche de policía pero no para.
Por la calle, alguna persona con bolsas de compra y otra paseando el perro. En total, en los 40 minutos que estuve fuera de casa pasando por el centro de Madrid (casi plaza Mayor, calle Arenal, Callao) vi a unas dos personas por cada calle que pasaba, a no menos de 5 metros de distancia una de la otra.
¡Madrid turístico vacío, sin gente!. Es toda una experiencia bajar por la Cava de San Miguel vacía, ni una persona vi ahí, con sus famosos restaurantes cerrados y esos edificios tan significativos que representan parte de lo que es esta ciudad…
Sensaciones impactantes y un gran desasosiego en mí, sintiendo que estaba viviendo un momento único, mágico, especial, misterioso y, por otra parte, con la sensación de que la policía me podía quitar ese derecho y con miedo, mucho miedo…
¡Crucé la calle Arenal vacía!, no se veía a nadie, algo que no pasa ni a las 5 de la mañana.
En todo el camino, había visto a varios coches de policía, que pasaban y no me paraban, uf, qué suerte, pensaba.
Y al llegar a la plaza de Callao, había, al menos, 2 coches de policía parados y una furgoneta (la llamada lechera), sí, las que vigilan las manifestaciones. Pues ahí estuve unos pocos minutos, esperando que llegara la persona que me traía los termómetros y se me hicieron hoooooraaaaassss.
Había una tensión en el ambiente que me impedía moverme, cruzaron unas 4 personas, en ese margen de tiempo, alejadas y solitarias. Miraba y escribía en mi móvil de forma compulsiva… Yo sentía cómo los coches de policía que había me miraban, me sentía vigilada. Es como sentirse encorsetada, pero no te dirigen la palabra ni te tocan… No recuerdo haberme sentido tan comprimida en mucho tiempo…
Y, por fin, llegó la voluntaria que me iba a dar los termómetros; me los pasó como si fuera la droga ilegal más preciada y perseguida, así nos sentimos, y se fue rápido… Una imagen cargada de clandestinidad por todas partes, triunfaría en una peli…
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Foto de la autora
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El viaje de vuelta, un pelín más confiada que al ir, lo que me permitió disfrutar más el camino y volver a enamorarme de la ciudad donde vivo y sonreír al viento que me daba en la cara y disfrutar de las pintadas que mandó hacer Enrique Tierno Galván e ir más tranquila en una ciudad con poquitos coches (eso sí, los que hay, y las motos, siguen con la misma actitud hacia las bicis…) y poder fijarme mejor en esos edificios que con gente se admiran con menos claridad…
A pesar de esos momentos emocionantes que he vivido, después de esta experiencia, lo que más huella me deja es ver a una ciudad triste, además de vacía; es sentir una pesadumbre en las calles, con tanto peso, que resulta doloroso. Y por encima de la belleza de ver las calles vacías, de andar en bici (con la autonomía y la libertad que da), del miedo hacia la policía, lo que se me queda encerrado en el corazón es esa penetrante sensación de vacío desolado que te entra al ir por esta ciudad estos duros días.
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Foto de la autora
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Ansío que en pocas semanas se recupere esa vitalidad, esa vida, esa alegría en las calles, esa viveza, característica de Madrid. Me quedo con enormes ganas de ver con gente la plaza Mayor, la calle Arenal, Callao, el mercado de San Miguel… que se recupere la calle como lugar de conexión entre personas. Por eso en estos momentos doy mi tiempo como voluntaria…
Así que, nos vemos en las calles.
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Noe

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